sábado, 5 de abril de 2008

TITULO XVIII

Sábado 050408 - 9:39hrs

Razones humanitarias.

El día 2 de Julio de 1984, fui detenida cuando por razones humanitarias acompañaba a un enfermo de apellido Belmar. También detuvieron a los dueños de casa, a quienes no conocía, y al parecer a unos niños, a quienes nunca vi. También detuvieron al enfermo.

Me llevaron a un lugar desconocido de detención, con la vista vendada. Estaba absolutamente desconcertada y no podía razonar bien. Me encerraron e incomunicaron. Creo que durante cinco días perdí noción del tiempo y el espacio. El lugar, al parecer, era un subterráneo. Me daban desayuno, almuerzo y onces, por lo que podía calcular, más o menos, las horas del día. Té puro y pan. Comidas diferentes: pollo con arroz y fréjoles. El baño era de azulejos blancos y me llevaban allí con la vista vendada, alguien que parecía un soldado. Me tomaba del brazo pues yo no podía ver, y esperaba fuera que yo me bañara e hiciera mi aseo personal. Los primeros dos o tres días, nadie me preguntó nada, después entraron a la celda personas diferentes, para preguntarme como había llegado yo al lugar donde estaba el enfermo. Yo les decía que no conocía a nadie y que me habían pedido sólo acompañar a una persona enferma, a quien tampoco conocía previamente, pero al cual parece que querían trasladar a una clínica, pues estaba muy enfermo. Me costaba defenderme en esa situación pues yo pensaba que no había hecho nada para estar detenida en esas condiciones. En algún momento perdí el autodominio de mi conciencia, no se si me dieron algún medicamento o droga, y si fue con o sin autorización de algún médico. Me parecía estar en una habitación oscura con caras blancas y azules como pintadas al óleo que aparecían y desaparecían como si se deshicieran en la oscuridad. Parecían máscaras flotantes. En esa oscuridad yo buscaba un ángel pues alguien me había dicho que se llamaba así. Me daba la impresión que había mucha gente allí y pensé que algunas de esas personas eran médicos. En algún momento me pareció escuchar el choque de las armas. Yo hablaba con alguien que permanecía en la oscuriodad y le decía: "es curioso, usted me agrada, me agrada porque es gentil", y me daba mucha risa. Parecía ebria, me parecía flotar en un mar de oscuridad. Después desperté en una habitación en penumbras donde había un hombre a mi lado mirándome. La habitación estaba oscura pero penetraba la claridad de un pasillo. Parecía enojado y me preguntó qué me pasaba y si estaba borracha. No le respondí nada y no se cuando salió de allí. Me dejó encerrada en una habitación con luz. Sentía que todo giraba, pero pensé que no podía estar alli eternamente, y pensé además, que allí habían grabaciones. Se escuchaba como si hubiese una radio encendida. Tocaban música clásica, pero en algún momento se escucharon groserías, las cuales fueron interrumpidas ,y no escuché nada más. Nadie me golpeó, me sacaron de allí y me llevaron a una fiscalía militar. Tal vez fui drogada, pues en algún momento perdí completamente el sentido. Estuve dos veces, al parecer, en una fiscalía. En una de esas dos veces parece que ví a mi hijo mayor, no estaba segura si era él. Me incomunicaron otros cinco días en San Miguel. Allí me recibió un funcionario, el cual se comportó profesionalmente, junto a él había una funcionaria. Allí me dejaron encerrada otros cinco días, incomunicada. Los dos últimos días me encerraron en un calabozo antes de trasladarme al recinto donde estaban otras compañeras de detención presas políticas a las cuales no conocía, pero eso es ya otra historia.