He decidido que EE UU debe actuar militarmente en Siria”, afirma el presidente
El mandatario apuntó el viernes la posibilidad de llevar a cabo una acción militar "limitada"
pOR ANTONIO CAÑO Washington 31 AGO 2013 - 20:54 CET
Barack Obama ha anunciado este sábado que ha decidido tomar represalias militares contra el régimen de Siria, pero, tratando de hacer más robusta su posición política y de ganar legitimidad para su actuación militar, someterá su decisión a la votación del Congreso –de vacaciones hasta el día 9-, lo que, como mínimo, retrasará varios días el posible ataque, si es que no lo impide por completo, teniendo en cuenta que la oposición republicana tiene el control de una de las cámaras, la Cámara de Representantes.
Obama declaró, en una comparecencia en el Rose Garden de la Casa Blanca al borde de las dos de la tarde (hora local), que, como comandante en jefe, está capacitado para ordenar el ataque en cualquier momento. Pero añadió que, “como presidente de la democracia constitucional más vieja de la tierra, es preciso liderar, no solo con la fuerza, sino también con el ejemplo”, por lo que, aunque no está obligado legalmente a ello, va a implicar a los representantes de los ciudadanos en esta grave decisión.
Se trata de una maniobra enormemente arriesgada, puesto que Obama está lejos de tener asegurado un voto favorable, pero, al mismo tiempo, increíblemente hábil, ya que, sin renunciar a una respuesta firme contra el régimen de Bachar el Asad, le otorga a su decisión una legitimidad, al menos desde el punto de vista nacional, que lo pone a salvo de futuros y previsibles riesgos una vez que la operación militar haya comenzado.
Obama establece, además, un precedente muy relevante: todos los últimos presidentes norteamericanos, de todos los signos políticos, desde Ronald Reagan hasta Bill Clinton, han procedido sin votación en el Congreso a acciones militares de muchas más envergadura que la que se espera en Siria, que Obama repitió que será “limitada” y no incluirá el despliegue de tropas sobre el terreno. “Sé que puedo hacerlo sin la autorización del Congreso, pero seremos más efectivos si buscamos su aprobación", declaró el presidente.
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Este paso abre, no obstante, un largo proceso de debate lleno de incertidumbres. Obama dijo que ha comunicado su decisión al presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, a la líder demócrata en esa cámara, Nancy Pelosi, al líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, y al líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, quienes le comentaron que respaldaban esa medida. Falta ahora que esos líderes convoquen a sesiones de urgencia a sus respectivas cámaras, que actualmente se encuentra en receso.
Si no se produce una convocatoria urgente, el debate en el Congreso no podría celebrarse hasta el próximo 9 de septiembre. Aún convocándose una sesión de emergencia, el debate podría ser largo y accidentado, sobre todo en la Cámara de Representantes, donde los líderes republicanos no tienen pleno control sobre un extenso grupo de congresistas vinculados al Tea Party cuyo radicalismo, aventurerismo y odio visceral a Obama es de sobra conocido.
Si la Casa Blanca no ha acudido antes al voto del Congreso es, precisamente, porque teme meterse en una dificilísima negociación sobre lo que los miembro del Tea Party pueden exigir a cambio de su voto a favor de la intervención en Siria. Conociendo los antecedentes ocurridos, la verdad es que puede esperarse cualquier cosa. Basta citar como ejemplo que EE UU se verá de nuevo a mediados de octubre ante la amenaza de la suspensión de pagos porque la Cámara de Representantes se niega a apoyar el presupuesto sin una serie de condiciones, por ejemplo, sobre la reforma sanitaria.
Es decir, que Obama ha abierto la caja de Pandora y tiene que prepararse para un camino lleno de obstáculos en el Congreso. Su ventaja es que el público norteamericano no suele ver con buenos ojos una actitud obstruccionista de parte de la clase política cuando el presidente y comandante en jefe está en medio de una crisis militar. Pero tiene en contra que la opinión pública no está aún convencida de la necesidad de actuar en Siria. Sólo un 20% de la población comparte actualmente los argumentos del Gobierno.
En su intervención, Obama trató de agrandar ese porcentaje con nuevos argumentos sobre la gravedad de lo ocurrido en Siria, que describió como “el peor ataque químico del siglo XXI”, y la necesidad de darle respuesta. “¿Qué mensajes estaremos mandando si un dictador puede gasear cientos de niños hasta la muerte a la vista de todo el mundo sin pagar un precio?”, preguntó.
El momento del ataque queda ahora pendiente de esos dos factores: la decision del Congreso y el estado de la opinion pública. ¿Cuando? Obama trató de quitarse presión de encima sobre la fecha de la intervención. “Puede ser en un día, en una semana, en un mes”, dijo. Las fuerzas militares están listas y la decisión de la Casa Blanca plenamente tomada.
El resto de los elementos que se han manejado en los últimos días ya apenas cuenta. El informe de los inspectores de Naciones Unidas, que también puede tardar varios días, no es considerado en Washington un asunto relevante. El apoyo de otros países, tampoco mucho.
Obama aseguró que ha recibido en privado el respaldo de varios Gobierno del mundo, a los que animó a que lo hagan público. Pero su actuación no va a depender de eso. “Somos los Estados Unidos de América, No miramos a otra parte respecto a lo que ha sucedido en Damasco", manifestó.
(Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/31/actualidad/1377966613_603323.html y selección de Patric)