domingo, 23 de marzo de 2008

TITULO V

Domingo 230308 - 15:02 hrs.

(....)
La Escuela Experimental de Educación Artística estaba en una antigua casa
ubicada en el centro de Santiago, y siempre recuerdo el amplio vestíbulo con
dos grandes espejos que cubrían casi todo el muro. El Director de esa escuela
era, en ese tiempo, el pintor Héctor Banderas Cañas. Todos los maestros eran
pintores o músicos, artistas. Recuerdo, entre otros, a Fernando Marcos, Flora
Guerra y a la señora Hilda profesora de Telar.

Mi curso estaba reducido a pocos alumnos: Eduardo Pérez, Julio Tobar, Julio
Aros, Arturo de la O, Olga Jaramillo, Patricia Aulestia de nacionalidad
ecuatoriana, Heriberto Gómez y su hermana Silvia, Oscar un compañero que
estudiaba violín e Hidalgo, uno de los compañeros mayores, que estudiaba pintura
y dibujo.

Eduardo Pérez era uno de mis mejores amigos. Era un muchacho un poco flaco, alto,
de pelo rubio y ojos muy azules. El tenía en aquel entonces 16 años. Solíamos
conversar en los recreos e intercambiar ideas. Recuerdo que él decía que cuando
fuésemos adultos, le gustaría que pudiésemos reencontrarnos y presentarnos a
nuestros respectivos esposo y esposa e hijos. Me gustaba mucho conversar
con él.

Julio Tobar también fue uno de mis mejores amigos y compañero. Julio tenía
un amigo llamado Carlos Miró que estudiaba piano, y que yo encontraba
terriblemente divertido, pues solía contar anécdotas e historias entretenidas de
cosas que le sucedían constantemente. Nunca olvidaré el día que nos contó
que había regresado a su casa en Puente Alto, y de pronto ve una aglomeración
de personas, se baja de la "liebre" (pequeño autobus) donde iba, con mucha curiosidad, para saber que sucedía, y ve que se estaba incendiando una casa. Los bomberos iban y venían. La gente observaba y todo hervía de agitación. No se había dado cuenta y era su propia casa. ¡Cuánto nos divertimos con esa historia!.

El otro Julio era un muchacho alto y delgado, con cabellos negros y lisos, y la
sonrisa más hermosa y contagiosa que yo recuerde. Siempre estaba dispuesto
a reir o escuchar con toda atención en las clases de historia ¡Se fascinaba con
las guerras romanas y los legionarios!

Otro de nuestros compañeros que estudiaba violín, solía divertirnos a veces
en la sala de clases cuando imitaba con el instrumento los maullidos de un gato.

Patricia Aulestia era ecuatoriana. Era una estudiante de ballet, pequeña y
graciosa, tenía largos cabellos negros. Sus padres eran diplomáticos y estaban
relacionados con los medios de comunicación ecuatorianos. Ella nos contaba
de su hermoso país, tan pequeño, con vegetación exuberante y tropical.

La capital de Ecuador es Quito. Ecuador produce cacao, algodón, tabaco, caña,
vainilla, arroz, coco, ananá, naranjas, y existe también el café. La población de
Ecuador desciende de conquistadores y colonos españoles, o indios civilizados
o salvajes que habitan en estado natural al interior del amazonas. Hay también
personas mestizas y negras. Las galápagos les pertenecen- "Las galápagos son
un archipiélago de islas ubicadas más o menos a 500 millas del continente.
Allí habitan unas especies de tortugas de agua dulce, reptiles quelonios de la
familia de los émidos".

Olga Jaramillo era una compañera delgada, de pelo oscuro y crespo, que solía reir
con fuerza y desafiantemente.

La Escuela experimental tenía una ambiente especial de actividad creativa. Las mañanas solíamos dedicarlas a dibujar y pintar, y las tardes a los estudios de
nuestras humanidades. Acostumbrábamos a tomar croquis de escenas callejeras, de ferias o mercados, de la Vega; croquis de animales vivos en el Zoológico que está
ubicado en el cerro San Cristóbal; y de animales embalsamados que están en el
museo de Historia Natural en la Quinta Normal; y croquis de las estatuas de
piedra o mármol del Museo de Bellas Artes ubicado en el parque Forestal.

En clases solíamos dibujar objetos inanimados, figuras geométricas, papeles
arrugados, de los cuales teníamos que reproducir todos los detalles de luz y
sombra. También dibujábamos a nuestros propios compañeros y compañeras.
Una vez me demoré una semana en pintar a una compañera que estaba sentada
en una silla encima de una mesa. Ella estaba con su delantar blanco, y el
profesor nos comentó que el color balnco nunca era exactamente blanco, que siempre existían reflejos en él, y por eso, a veces podíamos verlo un poco rosado,
o amarillento o gris. Que mientras más mirásemos algo, más cosas nuevas
descubriríamos.

El ambiente que se producía en esa Escuela era siempr cambiante.Estudié durante cuatro años: pintura y dibujo, cerámica, telar, esmalte en metal y
forja en metal. Otras actividades estaban relacionadas con la historia del arte,
cantar en un coro y asistir a clases de teatro con el profesor Robinson Saavedra.

Son tantos los recuerdos que no puedo colocarlos todos aquí.
(....)


TITULO IV

Domingo 230308 - 14:43 hrs.

(....) (SELECCIÓN DE PÁRRAFOS)

La escuela era un edificio moderno, blanco, con puertas y ventanas verdes.

La Directora de la escuela, señora Guillermina Soto, vivía en una casa con
antejardín en el camino a Barrancas. Su casa llamaba la atención, porque tenía
en el antejardín tres monos blancos de piedra: uno de ellos se tapaba los ojos,
el otro se tapaba los oídos y el tercero se tapaba la boca, y eso significaba:
ver, oir y callar. Ella siempre nos repetía eso.

Mis primeras maestras se llamaron Elba, María y Amanda.

Aprendí a leer en el silabario El Ojo y el Hispanoamericano.
Los cursos de esos primeros años eran numerosos 39, 40 ó 50 alumnas, todas
hijas de los trabajadores del puerto, o de los sectores de capas medias vinculados
al comercio o a las maestras.

(....)
Recuerdo....

La escuela era un mundo inmenso y cada día sucedían diferentes cosas. (....)

En 1952 tenía yo once años, y mi madre dijo que ya era una mujer, porque podía tener un hijo. En 1953 curso mi sexto grado en la Escuela Experimental de Educación Artística. Con el sexto grado termina mi escuela primaria.

TITULO III

Domingo 230308 - 11:42 hrs.

Mis primeros recuerdos de la infancia se remontan al puerto de San Antonio,
y a la casa de mi abuela, un hotel frente a la plaza.

El puerto de San Antonio marcó mi infancia con el olor salobre del mar, a
veces intensamente azul, a veces profundamente verde, con olas blancas de
espuma que reventaban en las rocas de las orillas.

Ya desde lo alto de la costa que empezaba a descender, para penetrar en las
quebradas que conducían al plano del puerto, donde estaba la calle principal
llamada Centenario, podíamos avistar el espacio martítimo y el espacio aéreo.
A ambos lados de esa calle estaba el comercio de la zona: la librería del señor Parra;
el cine que ahora no existe, y donde podíamos ver películas mudas en blanco y
negro de Flash Gordon o Tarzán; las tiendas y paqueterías donde la mayoría de
los dueños eran residentes árabes o turcos; una ferretería; un salón de té llamado Lucerna; la fuente de soda llamada Millaray, y al frente el nuevo edificio del
Banco del Estado.

Hacia la derecha estaba la Cruz Roja, y allí empezaba la calle Pedro Montt, y
todas las callejas que ascendían el cerro, cerro repleto de multicolores casas
de madera donde vivían los trabajadores del puerto. Mucho más arriba, estaba
el cerro de la virgen y el cementerio, lleno de cruces blancas, nichos y tumbas
en la tierra. En verano, los cipreses daban grata sombra a los visitantes.

En esos años nacen mis hermanos, René Luis y Lina María. Ambos en el
hospital de San Antonio.

Eran años en que se iniciaban las conversaciones para proponer la constitución
de una organización de Naciones Unidas cuyos objetivos serían: "Mantener
la paz y la seguridad inernacionales en el desenvolvimiento de relaciones amistosas
entre las naciones, la puesta en práctica de la cooperación internacional para la
solución de los problemas económico-sociales y otros, y el sostenimiento de un
organismo central destinado a la consecución de todos aquellos fines comunes".

El período pre escolar está profundamente vinculado a la familia. Mi más antiguo
recuerdo es el de una pequeña niña corriendo desde la casa de la abuela, el hotel,
hasta la esquina donde una anciana señora tenía un carrito con frutas, y siempre
solía regalarme una. Yo cogía lo que al parecer era una manzana y regresaba corriendo a la casa.

Mi abuelo paterno murió antes que yo naciera.

Mi abuelo materno murió después de la segunda guerra mundial. Mis recuerdos al
respecto son lejanos. No entendía lo que era la muerte de las personas.