Rescates
En el interregno estadunidense la crisis avanza. La situación de la industria automotriz les ha llevado a solicitar al Congreso 25 mil millones de dólares para salvar un sector industrial emblemático. Esta cifra, que por supuesto es enorme, es insignificante si se compara con el monto que hasta el domingo pasado se había destinado a las empresas financieras en esta última etapa. El dato global de lo comprometido era de un billón 300 mil millones de dólares, que, comparado con el PIB mexicano de 2007, representa 173 por ciento. Con los 800 mil millones anunciados el martes pasado el monto alcanza los 2 billones 100 mil millones de dólares solamente en este año.
Mientras Wall Street ha recibido esto, el sector automotriz ha demandado 1.2 por ciento de lo que el gobierno estadunidense entregará a la “industria financiera”. Pese a ser una cantidad relativamente menor en el Congreso, el rechazo fue notorio. Ello no ha impedido que en el equipo del próximo gobierno se diseñe un “gigantesco paquete de estímulos fiscales” destinados a las automotrices, al sector salud, a la creación de 2.5 millones de empleos, proyectos de infraestructura, escuelas y otros. Según Krugman, este plan costará 613 mil millones de dólares.
El financiamiento de estos rescates provocará que el déficit fiscal del gobierno crezca brutalmente, pudiendo llegar a representar cerca de 8 puntos de su producto. También crecerá la deuda pública de ese gobierno, ya que ese déficit se financiará con deuda. Los posibles compradores de los papeles que emita el gobierno Estados Unidos, entre los que estarán los bancos centrales de China, Japón y los países árabes exportadores de petróleo, tendrán que pensar cuidadosamente en el riesgo de esa operación. La solvencia del gobierno ya no está absolutamente garantizada.
Las autoridades financieras de ese país parten de la hipótesis de que los actuales financiadores de la economía estadunidense seguirán financiándola, ya que son los grandes tenedores actuales de esa deuda. De modo que para poder recuperar su inversión tendrían que seguir comprando. Así las cosas, China, Japón y las naciones árabes rescatarían a un gobierno que se ha endeudado descontroladamente y que, si fuera el de cualquier otro país, sería obligado a ajustar su economía conforme a los programas que sus propios economistas diseñaron y exigieron sus celosas instituciones financieras internacionales: el FMI y el Banco Mundial.
La presidencia de Obama pudiera ganar la confianza que ese país requiere para poder colocar su deuda y estar en condiciones de rescatar a Wall Street y a Main Street. En lo político su gobierno tendrá atractivos indudables, pero sus decisiones en materia económica pudieran ser nacionalmente adecuadas pero provocar que la recesión mundial se agudice. El planteo propuesto en la campaña, que se ha reafirmado hace unos días, es que Estados Unidos requiere generar 2.5 millones de empleos nuevos. El sector financiero, que ha venido reduciendo el número de firmas y de empleos, todavía requiere ajustes significativos que implicarán el despido de decenas de miles de empleados.
Los nuevos empleos no podrán generarse en ese sector. Para que la industria estadunidense pudiera absorber esa fuerza de trabajo sería necesario que se revirtieran los procesos de relocalización, es decir, que los procesos productivos que las grandes empresas enviaron a los países en vías de desarrollo, buscando abaratar sus costos contratando mano de obra barata, regresaran a Estados Unidos. Así se generarían allá los empleos necesarios para recuperar su economía, pero al mismo tiempo se perderían en México, Paraguay, China, etcétera.
Obama ha planteado que, además, se promueva que las compras de los consumidores estadunidenses sean de productos de ese mismo país, y para ello habrá políticas públicas que lo impulsen. Ello significaría que el libre comercio estaría condenado y que las consecuencias en los países pobres serían dramáticas. El cumplimiento de las metas que ha comprometido Obama pudiera afectar gravemente a la economía mundial. Su recuperación no implicará la recuperación de la economía mundial. La debacle para muchos países no podrá evitarse, ya que ellos no tendrán quién les rescate.