Argentina intenta recomponer las relaciones con Estados Unidos
El presidente Obama y Cristina Fernández de Kirchner intercambian halagos en el G-20
SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ Buenos Aires 4 NOV 2011 - 18:53 CET
“Bueno, Nicolas, me parece que todos tenemos lecciones que aprender”. La broma del presidente norteamericano, Barak Obama, al saludar en la reunión del G-20, a su colega francés, Nicolas Sarkozy, y a la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, que acaba de ser reelegida con más de un 54% del voto, indicó el interés norteamericano en recomponer las relaciones con Argentina, que han atravesado momentos difíciles en los últimos años. Los dos políticos mantuvieron el viernes un encuentro bilateral de cerca de una hora, en Cannes, que se venía demorando por sucesivos incidentes diplomáticos y que ambos consideraron “muy satisfactorio”. Los dos presidentes intercambiaron, además, halagos personales: “Cristina es una buena amiga”, aseguró Obama. “No se puede soslayar el liderazgo político y económico de Estados Unidos en el mundo”, reconoció Cristina Fernández.
En el breve contacto con mantuvieron con la prensa, la presidenta argentina recordó que Estados Unidos es el segundo inversor en su país, después de España, con más de 500 empresas radicadas, pero también hizo hincapié en que “en 2003, Argentina tenía un superávit sobre Estados Unidos de más de 1.000 millones de dólares y este año ese país va a terminar con un superávit de más de 4.700 millones de dólares”.
El volumen de las relaciones comerciales entre los dos países, por otra parte en franca decadencia por la irrupción de los mercados asiáticos, no es, sin embargo, un punto de fricción entre Buenos Aires y Washington. Los dos países buscan normalizar unas relaciones políticas que se han ido tesando en los últimos tiempos por motivos diferentes, sin beneficio para nadie.
“Claramente hubo altos y bajos, pero creemos que cuando hay una reelección, se presenta una oportunidad de establecer mejores bases de cooperación”, había adelantado el Consejero adjunto de Seguridad Nacional, Ben Rhodes, hace pocos días, dando así por cerrados varios altercados recientes, como la confiscación de la carga de un avión militar en Buenos Aires o el escándalo denominado Valijagate, los 800.000 dólares de origen venezolano que según el FBI podían estar destinados a financiar la campaña electoral argentina de 2007.
Desde el punto de vista argentino, la normalización de las relaciones con Estados Unidos ayudaría mucho si, como parece, se avecina una contracción económica como consecuencia de la segunda oleada de la crisis internacional. Buenos Aires necesita urgentemente despejar el camino para poder acceder de nuevo a los mercados internacionales de capitales, sin necesidad de pagar las enormes tasas de intereses que ahora se le exigen. Para ello tiene que regularizar su situación con el Club de Paris, al que sigue debiendo unos 7.000 millones de dólares, y con un grupo de fondos de alto riesgo e inversores norteamericanos, que sistemáticamente boicotean todos esos esfuerzos y enturbia las relaciones con el gobierno de Obama.
La presidenta anunció hace casi dos años que quería resolver el contencioso con el Club de París y es posible que en las próximas semanas se produzcan novedades en ese campo. La entrevista con el presidente norteamericano puede indicar también que Argentina esta dispuesta a retomar las negociaciones en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI). Falta por saber como se solventaran los problemas con el FMI, que volverá en febrero a analizar el sistema argentino de medición de la inflación —que los sucesivos gobiernos de los Kirchner han impedido desde hace cinco años— parar realizar la visita anual a la que se someten todos los miembros de la organización.
Para Estados Unidos, la normalización tendría también ventajas, primero porque, como superpotencia implicada en varios conflictos al tiempo, necesita la estabilidad de América Latina en su conjunto y de Argentina, en particular. El anclaje del Cono Sur en una estabilidad democrática, sin grandes catástrofes económicas, es una pieza importante en ese diseño. Según los papeles de Wikileaks, y pese a la escenografía adversa, el Gobierno de Buenos Aires ha ayudado en numerosas ocasiones al norteamericano en foros internacionales y ha respondido con más simpatía que, por ejemplo, el Gobierno de Brasil en temas tan importantes como el conflicto con Irán. De hecho, las noticias según las cuales el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner podría estar negociando una aproximación con Teherán fueron recibidas con profundo desagrado en Washington.
Argentina, que sufrió dos graves atentados, en los que posiblemente estuvieron implicados agentes iraníes, ha sido, hasta ahora, uno de los países más enfrentados con Teherán, pero últimamente han mejorado sus relaciones comerciales y las autoridades norteamericanas no quieren, de ninguna manera, que se abra un agujero en la red que tejen en torno al programa nuclear iraní, mucho menos en un país que dispone de avanzada tecnología nuclear como Argentina.
(Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2011/11/04/actualidad/1320428269_497019.html y selección de Patric).