jueves, 4 de octubre de 2012

Los latinos quedaron fuera del primer debate presidencial

El republicano Mitt Romney y el presidente demócrata Barack Obama tuvieron su primer cara a cara rumbo a los comicios del 6 de noviembre. Foto: Getty Images
Por HERNÁN IGLESIAS ILLA
Nueva York
El debate de anoche fue un festín para la clase media. En su tercera intervención, el presidente Obama dijo:“Creo que nos va mejor [como país] cuando a la clase media le va bien”. Más tarde, agregó: “Mi filosofía ha sido tomar ideas de cualquiera, demócratas o republicanos, siempre y cuando contribuyan a fortalecer y darle mejores oportunidades a la clase media”.
Su rival, Mitt Romney, criticó a Obama y se diferenció de él lo más posible, pero también cumplió con el ritual de danzar alrededor de la clase media. “La gente que está sufriendo ahora son los americanos de ingresos medios”, dijo en un momento. “Por culpa de las políticas del presidente, las familias de ingresos medios han sido machacadas”.
¿Machacadas? Really? Viendo el debate en la Universidad de Denver, el primero de tres debates presidenciales antes de las elecciones de noviembre, me preguntaba qué estarían pensando las familias de clase trabajadora (o pobres) que estuvieran viendo el choque entre los candidatos. Si el sufrimiento de la clase media es tan atroz que es imposible poner en palabras, como sugieren Obama y Romney, ¿cuánto han sufrido quienes trabajan para sostener los hogares y las pequeñas empresas de la clase media? ¿Cuánto sufrieron los inmigrantes?
Cumpliendo con la tradición reciente, la primera confrontación entre el presidente y su retador republicano mostró cero menciones de las palabras “latino”, “hispanic” o “immigration”. Esto podía preverse. También podía preverse el deseo de los candidatos de flirtear con la clase media, el grupo social que mejor explica el espíritu y la cultura histórica estadounidenses. Parte del atractivo de Estados Unidos es permitirle a un segmento sorprendentemente ancho de su población sentirse de clase media: sentir que tienen independencia y autonomía sobre sus vidas y que no hay ninguna barrera estructural entre ellos y el cielo.
Pero muchos latinos, especialmente los inmigrantes de primera generación, no se consideran de clase media. Y uno imagina que también se creen con derecho a tener una voz en la política. Muchos de los análisis de este año anteriores a la campaña presidencial coinciden en señalar que es imposible ganar la elección sin el voto latino. Lo mismo habían dicho hace cuatro y hace ocho años. Y sin embargo, los candidatos se empeñan en ignorar este consejo. Cuando llega el momento de los grandes escenarios, como anoche, no hay ninguna señal de que los candidatos hayan internalizado el mensaje. Quizás es porque no creen en él, y están en todo su derecho. Yo mismo creo (pero éste es tema para otra columna) que los latinos a veces exageramos nuestra importancia electoral.
Por eso, al ver tantas referencias a la clase media y a las virtudes de la clase media, me pregunté cuántos miembros de la comunidad hispana se ven a sí mismos como miembros de la clase media. Encontré la respuesta en un informe reciente del Pew Research Center. Aunque casi la mitad de los hispanos (el 47%) se declara de clase media, los latinos son también el grupo con más personas (el 40%) que se definen a sí mismas como de clase baja o media baja. (Para los blancos y negros no hispanos, las mismas cifras son 51% y 31%, y 48% y 33%, respectivamente.)
Las diferencias no son muy grandes, pero sí sustanciales: los hispanos son (o somos) el grupo social que más se define a sí mismo como perteneciente a la clase trabajadora. Esa es la imagen que los hispanos tienen (y han tenido siempre) de sí mismos: el de ser gente esforzada y trabajadora que aspira a convertirse algún día (ellos o sus hijos) en miembros plenos de la clase media o hasta donde los lleven el talento y el trabajo.
¿Latinos de clase media?
Cuando los candidatos dicen, entonces, que prestan mucha atención a los temas que más importan a los latinos, ¿tienen en cuenta también la imagen que los latinos tienen de sí mismos? ¿No se dan cuenta de que con tanta referencia a la clase media ellos quizás se sienten desplazados o ignorados, condenados a ocupar el mismo lugar que ocupan ahora en la escalera social?
Uno de los trucos retóricos habituales de las campañas demócrata y republicana es el siguiente: los temas que interesan a los latinos, dicen, son los mismos que interesan a los estadounidenses en general. Empleo, salud, educación. Cuando Obama y Romney hablan sobre cómo crear empleo (el desempleo de los hispanos, del 10%, es casi dos puntos más alto que el de la población general), están, por supuesto, tocando temas que interesan a los latinos.
Pero estos son asuntos en los que los presidentes tienen un poder limitado. El gobierno puede, por ejemplo, crear las condiciones para que haya crecimiento económico y, gracias a ese crecimiento, que las empresas pequeñas, medianas y grandes contraten más empleados. Más allá de eso (y del empleo público, que ha caído mucho desde la crisis financiera), los gobiernos pueden crear programas de entrenamiento y capacitación o dar beneficios impositivos a quienes contraten o retengan empleados. Sin embargo, el impacto de estas medidas es más cualitativo que cuantitativo. Crear empleo es difícil: no basta con desearlo mucho o apretar un botón.
A lo largo del debate, Obama y Romney volvieron a referirse en una docena de ocasiones a la clase media. Ambos le dedicaron, de hecho, la última frase de sus argumentos de cierre. Antes de agradecerle al moderador, Jim Lehrer, Romney dijo: “Voy a mantener a América fuerte y voy a poner a la clase media a trabajar otra vez”. Un minuto antes, Obama había cerrado su participación diciendo casi lo mismo, pero con una pequeña aclaración: “Hace cuatro años prometí que pelearía cada día en nombre del pueblo estadounidense, de la clase media, y de todos los que están luchando para alcanzar la clase media”. En esa aclaración final, que refleja mucho mejor el espíritu de lo que significa ser latino en Estados Unidos, puede estar la clave de por qué Obama es mucho más popular que Romney entre los votantes hispanos. Lo muestra poco, y hubo que estar súper atento al matiz, pero ahí está. Si de verdad necesita el voto latino, no debería perderlo.

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