ARGENTINA – 1984.
Nunca había estado antes en Argentina.
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POLICIA DE INVESTIGACIONES DE CHILE
DIRECCION DE POLINT. Y EXTRANGERIA
Departamento Control Fronteras
Nº4024
17 AGO 1992
CERTIFICADO DE VIAJES
La Policía de Investigaciones de Chile, certifica en su Dirección de3 Policía Internacional y Extranjería, existe constancia que don (ña) Patricia Roi Jonas, de nacionalidad chilena. Nac. 1941. Pasaporte/cédula de identidad Nº30686 de Chile registra///
Siguiente(s) //////viaje(s).
ENTRADA: 27.12.82 AMM. BENITEZ- FRANCIA
SALIDA: 15.02.84 AMM. BENITEZ- ARGENTINA
ENTRADA: 18.02.84 AMM. BENITEZ- ARGENTINA
SALIDA: 28.06.84 AMM. BENITEZ- ARGENTINA
ENTRADA: 01.07.84 AMM. BENITEZ- ARGENTINA
SALIDA: 18.07.90 AMM. BENITEZ- LUXEMBURGO
ENTRADA: 25.08.90 AMM. BENITEZ- ALEMANIA
SALIDA: NO CONSTA.
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La información anterior se refiere a todos los controles fronterizos revisados al 10.02.92, excepto Aeropuerto Arturo Merino Benítez, Comisaría de Policía Internacional “Santiago” la que fue revisada al 08.08.92 y “Los Libertadores” al 31.05.92 y “Pajaritos” al 06.06.92.
El presente certificado, se concede para presentarlo al SERVIU.
NICOLAS RIQUELME VILLEGAS
COMISARIO JEFE
DEPTO. CONTROL FRONTERAS
TIMBRE
POLICIA DE INVESTIGACIONES
DE CHILE
JEFE NACIONAL DE EXTRANJERIA Y
POLICIA INTERNACIONAL
DEPTO. CONTROL FRONTERAS
HBC
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Viajar a Argentina en 1984 pareció fácil. En aquel tiempo yo buscaba trabajo. Había conseguido un trabajo a comisión en la empresa DIN gracias a un antiguo amigo y ex compañero de la universidad. Pero esos ingresos eran insuficientes.
(En ese año se había presentado en casa de mis padres el hombre que me habló del extranjero y que me invitó a participar en la lucha por la Democracia y elecciones libres en Chile. Esa primera conversación fue superficial, pero desde allí se establecieron los contactos posteriores con personas desconocidas a las cuales nunca volví a ver, y que condujeron al viaje a Argentina).
Cuando se presentó la oportunidad de viajar, pensé que podía vender pinturas en Argentina de otro amigo y ex compañero de la Universidad que residía en ese tiempo en Finlandia, y enviaba regularmente pinturas a Santiago de Chile, y me había regalado un par de ellas.
(La verdad que hoy después de casi 10 años en el tiempo, recordar esos viajes a la hermana República argentina, parece un poco extraño y lejano para mí. Soy una persona miope y astigmática, que aunque use lentes ópticos siempre tengo dificultades para ver en detalle a las cosas o a las personas. Mis lentes siempre se ensucian, por lo que los rostros y los paisajes en mis recuerdos son siempre poco nítidos y a veces borrosos, como si pertenecieran a una antigua fotografía).
En mi memoria es imposible reproducir todo, desde esos encuentros con desconocidos, encuentros transitorios y callejeros y de pronto viajar, casi sin equipaje, con lo que llevaba puesto. Creo que tenía 200 dólares y moneda nacional para estar 3 o 4 días en Argentina. Partí al aeropuerto de Pudahuel y compré un pasaje vía Air France. Me gusta mucho viajar en esa línea aérea.
(La propaganda comercial de Air France dice: “El avión de línea más rápido del mundo es el Concorde de Air France. Vuela sobre el Atlántico a 2.200 Km. /hora ¡Dos veces más rápido que los más veloces aviones de línea, dos veces más rápido que el sonido! A 18.000 metros de altitud y a Mach 2, el aparato parece inmóvil. Usted está en la estratosfera y ninguna turbulencia puede alterar su bienestar. El Concorde de Air France tiene una capacidad para 228 pasajeros en clase Y, 40 personas en clase4 C y 16 personas en clase F, y tiene una carga útil de 11 toneladas. Aeropuertos terminales son Terminal aéreo 2A Aeropuerto Charles de Gaulle en París y Aeropuerto J.F. Kennedy en Nueva York”).
Un poco más tarde instalada en mi asiento, se acercó a mí un sobrecargo que me ofreció champaña a nombre de una persona que yo conocía. Le agradecí su gesto que corresponde a la atención personalizada de esa línea aérea, pero no quise beber, no bebo. Rara vez lo hago.
El aeropuerto argentino me pareció moderno y amable.
Al salir a la calle había un estacionamiento de taxis, uno de los cuales tenía que tomar inevitablemente para dirigirme al centro de Buenos Aires y buscar un hotel. No llevaba conmigo ninguna dirección que me indicara a que hotel ir. Subí a uno de los taxis y al taxista le pedí que me recomendara un hotel pues yo no conocía la ciudad y le pedí que fuera en el centro de la ciudad. El trayecto desde el aeropuerto al centro fue largo y finalmente el taxista me dejó en un hotel en una calle llamada Esmeralda o Corrientes. El hotel estaba siendo remodelado, estaban cambiando su interior y su frontis.
Era un hotel un poco oscuro de luces bajas, alfombrado, con un comedor pequeño donde desayuné algunas veces. Solía comer en otros sitios. La habitación estaba en los pisos altos y tenía dos camas individuales angostas, espesas cortinas, baño privado, televisor, En ese televisor vi el gran incendio de un barco en la bahía argentina, un incendio que duró muchas horas y movilizó al parecer a todas las compañías de bomberos de Buenos Aires. Mucha gente llegó hasta el puerto para ver ese incendio y la TV argentina trasmitió constantemente noticias al respecto. Se comentaba que había sido un accidente y que gracias a Dios no había habido víctimas humanas.
Cuando llegué a ese hotel dejé mis cosas en la habitación. No recuerdo desde donde llamé por teléfono para establecer el contacto con la persona con quien debería hablar para recibir un encargo, que tenía un carácter familiar o personal, era algo privado. Parece que hablé desde el hotel, pero podría haberlo hecho también desde un teléfono público. No recuerdo. Llevaba un teléfono anotado en un papel con un número que no memoricé y que después de utilizarlo fue destruido, pues no tenía que utilizarlo más que una sola vez. No me acuerdo si me contestaron a la primera vez o tuve que llamar otras veces. Pero finalmente se estableció el contacto con una persona, un hombre que fijó un lugar de encuentro cerca del hotel donde yo estaba alojada, y creo que fue al día siguiente de la llamada.
El hombre que apareció era un hombre de aspecto común, insisto que no suelo examinar a las personas, porque mi miopía facilita el no recordar. Vestido como muchas personas, venía en un vehículo que podía haber sido rentado. No muy antiguo, no muy nuevo. Me invitó a pasear y a conocer los alrededores de Buenos Aires. Era difícil decir que no, y estuvimos mucho tiempo en el vehículo recorriendo calles, parques, grandes avenidas, y mirando algunos edificios. Habíamos pasado en algún momento frente a lo que me pareció dijo era la Escuela naval argentina. También recuerdo un estadio que estaba al parecer cerrado, muy deteriorado. Al atardecer llegamos al puerto y me dio la impresión que era muy pequeño. Allí pudimos ver el incendio del barco del cual hablaba la TV, después me llevó de regreso al hotel.
En ese tiempo en el cine pasaban la película “Missing” y como tenía el resto del tiempo libre antes de regresar, fui al cine y vi esa película, además de otra que tenía que ver con Nicaragua. “Missing” me pareció una buena película. No volví a ver esa persona, salvo antes de regresar en que me entregó un maletín vacío de cuero, un llavero sin llaves y nada más. No recuerdo bien en cual viaje fueron esas cosas entregadas.
Los días siguientes almorcé o cené en unos restaurantes chino, italiano y argentino. En un salón de te en que todo era de color café tomé helados con galletas, creo que fue un día domingo antes de mi regreso. Para ir al aeropuerto viajé en tren subterráneo una parte del trayecto hasta el lugar donde partían los buses que me llevarían al aeropuerto. Entiendo que es el rodoviario, y que recibe el mismo nombre en nuestro puerto principal, Valparaíso. También se llama rodoviario el terminal de buses en el puerto chileno.
Cuando regresé también lo hice vía Air France. Entre paréntesis, no necesité mi pasaporte, bastaba con el carné de identidad.
En uno de los viajes de regreso me senté al lado de un hombre que venía de Brasil adonde había pasado sus vacaciones. Tuvimos que cambiarnos de asiento. En el aeropuerto de Pudahuel él me ayudó a pasar el maletín que yo traía de Argentina. Fue muy amable. Lo estaba esperando un amigo con quien se alojaría en un hotel del centro de Santiago o domicilio privado, antes de viajar a la zona sur donde vivía o vivían ambos.
En otro de los viajes de regreso fue un industrial argentino el que me habló y me invitó a recorrer Santiago pues estaba de vacaciones en Chile y no conocía a nadie. Me dio un teléfono que recibí pero que después rompí, pues no pensaba ir a ese encuentro. Era argentino o chileno, no se parece que él dijo que era argentino, pero podía haber sido chileno.
Llegué a Santiago de Chile un día al atardecer y tenía un lugar fijado de antemano para entregar los encargos. En el centro de Santiago. En la calle. En ese encuentro me pidieron si podía ir más tarde a la plaza Italia para encontrar a alguien que necesitaba que lo acompañaran a un lugar donde había una persona enferma, muy grave, que podía morir y que necesitaba ayuda. Si yo quería iba, si no, no. Yo dije que bueno y volví a ese encuentro más tarde, y apareció una persona que caminó conmigo hasta un automóvil y me dijo que no mirara el camino, ni nada de lo que sucediera. Yo no dije nada, y así llegué a la casa donde estaba el enfermo, cerca de las 10 de la noche. Allí termina el regreso desde Argentina.
1 comentario:
Hola, soy claudio, el del blog "escritoeneltrigo.blogspot.com". Me pareció muy llamativo tu blog.
Ojalá podamos seguir intercambiando opiniones.
Claudio
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